Cuando la mente va más rápido que el entorno
Imagina intentar concentrarte en leer una página, pero cada sonido a tu alrededor interrumpe tus pensamientos. O tener tantas ideas a la vez que te cuesta ordenarlas y acabas dejando tareas a medias. Así es el día a día de muchas personas con Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), una condición neuropsicológica que suele manifestarse en la infancia y que, en muchos casos, persiste en la edad adulta. El TDAH se caracteriza por dificultades para mantener la atención, hiperactividad e impulsividad.
Algunas personas con TDAH son principalmente inatentas –les cuesta concentrarse, organizarse y recordar detalles–, mientras que otras presentan sobre todo hiperactividad e impulsividad –se sienten “aceleradas”, hablan o actúan precipitadamente–, o una combinación de ambas. No se trata de simple despiste ocasional ni de “falta de voluntad”: es un trastorno real que puede afectar al rendimiento académico y laboral, a las relaciones personales y a la autoestima.
TDAH en la edad adulta
Con la edad, los síntomas cambian: la hiperactividad tiende a transformarse en inquietud interna o una sensación constante de estar “acelerado”, mientras que las dificultades atencionales y la desorganización pueden intensificarse. Factores como el entorno familiar, nivel educativo, condiciones laborales o el apoyo recibido influyen en cómo se manifiestan y sostienen los síntomas.
Síntomas comunes del TDAH en adultos: Dificultades para mantener la atención o finalizar tareas; Desorganización y mala gestión del tiempo; Impulsividad en decisiones personales o laborales; Sensación interna de inquietud constante; Cambios frecuentes de trabajo o rupturas de pareja; Tendencia al despiste, olvidos frecuentes y procrastinación.
Áreas afectadas: Bajo rendimiento laboral o académico; Inestabilidad financiera por mala gestión del dinero; Dificultades en las relaciones de pareja y familiares; Mayor riesgo de accidentes o conductas impulsivas.
Relaciones y pareja: Muchas personas adultas con TDAH tienen relaciones afectivas o familiares más conflictivas, con más rupturas o discusiones. Esto no se debe a falta de amor, sino a cómo los síntomas afectan la convivencia: impulsividad en las discusiones, olvidos que generan malentendidos, desorganización en el día a día, o dificultad para compartir tiempo de calidad:
Mejorar comunicación y comprensión
Sesiones conjuntas para mejorar la comunicación y la comprensión mutua.
Establecer acuerdos domésticos
Definir acuerdos según las fortalezas de cada uno y mejorar la organización del hogar.
Paciencia y expresión emocional
Trabajar la paciencia y la expresión emocional sin impulsividad.
Prevenir desgaste emocional
Evitar la sensación de “cargar con todo” y fortalecer la resiliencia familiar y personal.
Cuándo puede ser útil acudir a terapia
Sospecha de TDAH: dificultades atencionales, impulsividad o desorden que afectan tu día a día.
Impacto en el rendimiento: dificultades laborales, académicas o de organización pese al esfuerzo.
Problemas emocionales o autoestima baja: sentimientos de frustración o incapacidad constantes.
Conflictos en relaciones: malentendidos o tensiones por despistes, impulsividad o falta de planificación; transiciones vitales difíciles como cambios laborales o maternidad/paternidad.
Un paso hacia el enfoque y el bienestar
Buscar ayuda es un paso valiente hacia una vida más enfocada y equilibrada. La terapia no hace que el TDAH desaparezca, pero enseña a canalizar la energía, organizarse, manejar la impulsividad y mejorar las relaciones.
Con estrategias adecuadas, es posible mejorar tu funcionamiento diario, tus relaciones y tu bienestar general. No tienes por qué enfrentarte a esto solo/a.
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