Ansiedad: cuando deja de ser “solo nervios”
En consulta, veo con frecuencia personas que viven una alerta interna que no se apaga. No es falta de voluntad: es un sistema de alarma que ha quedado hiperactivado y necesita una intervención clínica clara y humana.
Cómo se manifiesta en el día a día
La ansiedad aparece como inquietud persistente, pensamientos que se adelantan a lo peor y una sensación de “no llegar” aunque objetivamente no haya peligro. Suelo observar:
- Pensamiento anticipatorio y tendencia a la catastrofización.
- Tensión corporal, molestias digestivas y alteraciones del sueño.
- Evitar situaciones por miedo a los síntomas, lo que mantiene el problema.
Qué trabajamos en terapia
- Mapeo de disparadores: identificar con precisión en qué momentos, sensaciones o pensamientos se activa el pico de ansiedad.
- Autorregulación: respiración diafragmática, anclajes atencionales y rutinas de autocuidado para reducir activación fisiológica.
- Relación con el síntoma: pasar de luchar contra la ansiedad a comprender su función y reducir su poder sobre la conducta.
- Exposición graduada (cuando procede): recuperar espacios que la evitación fue cerrando.
El objetivo no es “eliminar” la ansiedad, sino que no gobierne tu vida. Trabajamos para que vuelva a ocupar un lugar proporcional y manejable.
Expectativas realistas de cambio
El progreso suele ser gradual: primero notas pequeñas ventanas de calma y más margen de decisión. Después, retomas actividades que habías dejado y tu cuerpo responde con menos intensidad. La clave está en la constancia y en un plan adaptado a tu realidad.
Cuándo pedir ayuda
Si la ansiedad condiciona tu descanso, tus relaciones o tus decisiones, es un buen momento para evaluarlo en sesión. Una intervención temprana evita que se consoliden patrones de evitación y sufrimiento innecesario.
Si este tema te resuena, podemos valorar tu caso y diseñar un plan de intervención ajustado a tus necesidades.
Solicitar cita